Sayulita: Donde la selva susurra al mar
- hikingsayulita3
- 21 sept
- 2 Min. de lectura

Imagina despertar con el sonido de las olas rompiendo en la orilla mientras los periquitos surcan el cielo radiante de la mañana. Así es Sayulita, un pequeño pueblo en la Riviera Nayarit, México, que se siente vibrante y atemporal, un lugar donde la selva susurra al mar.
A solo 40 minutos al norte de Puerto Vallarta, Sayulita se encuentra en el punto donde la Sierra Madre se une con el Océano Pacífico. Su ubicación le confiere un carácter único: senderos selváticos que de repente se abren a playas escondidas, arenas volcánicas calentadas por el sol y una costa llena de vida.
El clima lo hace aún más atractivo. Los veranos traen cálidas lluvias tropicales que tiñen las colinas de un verde exuberante, mientras que los inviernos son secos y soleados, perfectos para pasear por las coloridas calles del pueblo o contemplar atardeceres inolvidables. Con temperaturas que rondan los 25 °C la mayor parte del año, Sayulita se siente como una libertad que se respira.
La naturaleza está por todas partes. Ceibas y palo mulato se alzan en la selva y las playas cuentan historias del pasado volcánico de la Tierra. La vida silvestre también prospera: Chachalacas y colibríes revolotean por los jardines, águilas pescadoras se zambullen en el mar, coatíes y venados se desplazan por la selva, y las tortugas marinas regresan cada año a anidar bajo la luz de la luna. De diciembre a marzo, las ballenas jorobadas saltan mar adentro, creando algunos de los momentos más mágicos de Sayulita.
Pero Sayulita no se trata solo de lo que ves, se trata de lo que vives. Puedes surfear olas que han traído historias a través del océano, compartir una comida de pescado recién capturado cocinado con recetas transmitidas de generación en generación, caminar por calles llenas de arte y música, o unirte a los lugareños en la protección de la tierra y el mar.
Lo que hace a Sayulita inolvidable no son solo sus paisajes o su vida silvestre, sino cómo se queda contigo. Ya sean los atardeceres teñidos de dorado y violeta, la calidez de su gente o la sensación de libertad que brinda estar en un lugar donde la naturaleza aún marca el ritmo de la vida. Sea lo que sea, una vez que has estado aquí, Sayulita nunca te abandona del todo.




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